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Ramón de Aguilar

Noelia

Noelia

-- Siempre creí –confesó Noelia, levantando la vista del libro al llegar a este punto--, que en este lugar aparecería contando el cuento de “Los siete cabritillos y el lobo”.

Y lleva razón al creerlo, fue así como la vi por primera vez y hubiera sido lo más obvio... Pero lo cierto es que, cuando llegó el momento de presentarla, sentí la necesidad de no seguir los caminos trillados que habría aprovechado para introducir a otros personajes: Ni el inesperado primer encuentro, ni una evocación del idílico Valle del Cabriel, contemplado entre los pinos desde la balsa de Cilanco; ni una cena vegetariana en el bohemio barrio del Carmen, ni la populosa inauguración de una librería o una entrega de premios en la que, seductora, se convertía en protagonista…

-- Si sigues descartando momentos compartidos, no te quedará ninguno con el que darme entrada en la historia…

Volvía a llevar razón, pero también podían considerarse los proyectos esbozados, las vivencias imaginadas, las ensoñaciones…

-- ¿Cómo la invitación a guiarte durante la escritura de un relato?

-- Como aquel juego –asentí--, o como todo lo inesperado que nos pueda traer el futuro.

Veíamos caer la tarde por el horizonte y pensé que el futuro debería estar, más o menos, por allí; por donde el sol se pone en busca de otros mundos, en busca del próximo día que vendrá.

E imaginé que, como no hay lugares perfectos (sólo recuerdos perfectos de lugares normales), Noelia podría ser como un país de las maravillas que limitara al sur con Albacete y sus cines Candilejas; al este con Valencia y su café de las Horas, su restaurante La Luna, su jardín botánico, su UPV Radio… y con Italia, con el Trastévere en Roma y un museo del cine en Turín. Al norte con las calles empedradas de Albarracín y, aunque no lo sepa o no lo recuerde, con los “Encantes” del Mercat de Sant Antoni en Barcelona… Y al oeste, ese futuro en el que, de camino al mar, caben un palacio de Gaudí, las mágicas ruinas de un hotel y el último rayo de luz, pintando de verde el océano, dejando al desnudo sus pensamientos.

2 comentarios

Ramón -

Hola Pablo... Me alegro de que hayas aparecido por aquí. La verdad es que yo también me asomo a tu blog y (lo digo sinceramente), merece la pena. Así es que lo voy a recomendar a todos los que me leen y, de momento, le pongo un enlace.

PabloA -

Mira lo que me encuentro navegando por la blogosfera. A mi auténtico primo hermano...

¡Hola Ramón! Me alegro mucho de verte aqui. Ahora ya te puedo leer con frecuencia :)

Un abrazo.

Pablo.