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Ramón de Aguilar

"El diario mágico" de Pilar Bellés

"El diario mágico" de Pilar Bellés

Cuando la conocí, Pilar Bellés Pitarch tenía sólo 19 años; era poco más que una niña, pero ella no lo sabía. Yo no era mucho mayor (aún me parecían lejanos los treinta, aunque no lo estuvieran tanto), pero tampoco lo sabía y me creía un hombre de mundo que ya había vivido en ciudades como Valencia  y Barcelona, que había publicado cuentos de terror y crónicas deportivas, que había estado casado y hasta viajado una vez a África en aeroplano (aun sin cruzar la frontera española). Yo vivía en Castellón capital, ciudad que nunca llegó a cautivarme, en un piso destartalado y oscuro de recién divorciado; ella junto a sus padres, en un hogar que a mí se me antojaba idílico, aunque fuera sólo por estar en una casita de campo, a las afueras de uno de los pueblos del interior de esa provincia tan acogedora y fascinante, tan llena de encantos y sorpresas cuando uno se aleja de sus pedregosas playas para llegar hasta Vall de Uxó, Torre de Embesora, Alfondeguilla, Catí, Chert, Segorbe, Soneja, Culla, Villafamés, Morella, Ares, Vistabella y Adzaneta del Mestrazgo, San Mateo, Olocau del Rey, Altura, Tales, Eslida… por citar sólo algunos de los pueblos que me vienen a la memoria.

Nos unía el amor a las palabras. El mismo amor que me ha unido a mucha de la gente hermosa que he conocido. Ambos queríamos ser escritores y ella partía con la ventaja de tener más vida por delante, de no haber dado todavía algunos pasos que a mí, por ejemplo, ya me encaminaban por sendas y derroteros que me alejarían de la meta… Además, Pilar poseía una virtud de la que yo siempre carecí: La constancia para el trabajo, la voluntad para entregarse durante horas a lo que llevara entre manos (ya fuera la escritura de un relato o el aprendizaje de la gramática inglesa). Así, en cada nuevo encuentro, me sorprendía con nuevas historias (siempre tuvo también una exuberante fantasía creadora), que pacientemente mecanografía a dos columnas, imitando la composición de los incunables impresos en el renacimiento.

No sé si ella recordará cuántas fueron las veces que nos vimos. Me temo que pocas durante el escaso tiempo en el que vivimos cerca,  pese a que sean muchos los recuerdos entrañables que conservo, y no sólo de escritos y lecturas, sino también de breves paseos y largas conversaciones, de un perro que me regaló y al que llamé “Gris”, de un pato que compré en las ramblas de Barcelona (“Antón”), y que, cuando me obligaron a sacarlo del piso destartalado y oscuro en el que vivía, acabó poniendo huevos en el corral de su casa.

Me fui a Salamanca en octubre de 1984 y no he vuelto a verla desde entonces. Es duro y triste tomar consciencia de cuánto tiempo es éste al escribirlo; porque los años han pasado como sin darme cuenta, con la tranquilidad de saber que en cualquier momento podía coger el coche y llegar hasta su casa para llamar a la puerta… Siempre me ha tenido al corriente de sus cambios de domicilio y de los avatares de su vida: la finalización de la carrera, su boda, sus primeros trabajos en la enseñanza, el nacimiento de su hijo, la publicación de sus cuentos didácticos en las tres lenguas en las que escribe (valenciano, castellano e inglés).

Puede que quienes se asoman habitualmente a mi blog ya hayan visitado el suyo en alguna ocasión, pues el enlace siempre ha figurado entre los que aparecen en la columna de la derecha… Pero hoy tengo un motivo muy especial para reavivar todos estos recuerdos: El próximo día 21, además de empezar el verano, Pilar Bellés Pitarch presentará su primera novela en Castellón, esa ciudad que nunca me cautivó pero a la que con tanto gusto voy a tratar de regresar. No he tenido aún ocasión de leer El diario mágico (que así es como se llama), ¡pero con cuánto cariño la voy a tomar entre mis manos y voy a ir pasando sus páginas! Tanto, seguro, como el que ponía en la lectura de aquellos relatos (también mágicos), laboriosamente mecanografiados a dos columnas.

… Si alguno de vosotros puede venir, lo esperamos en la librería Babel de Castellón, a las siete de la tarde, el 21 de junio, el día que comienza el verano.

1 comentario

Puri Novella -

Enhorabuena a Pilar Bellés y a tí, por la fortuna de encontraros (ambos) en el camino, por escribir y publicar, por contárnoslo, por esta entrada de tu blog que desde la emoción y el afecto suena tan pura y palpable como casi todo lo que escribes.