Cuento de Navidad, de Eduardo Galeano
Conocí a Eduardo Galeano en Simat un día que no era de Navidad. Más de uno pensará que el escritor uruguayo nunca estuvo en la Valldigna y que, además, casi nunca es Navidad; pero lo cierto es que fue allí donde por primera vez escuché a Ivana contar un cuento que me conmovió, y que debió de ser en primavera o en otoño, porque el tiempo era apacible y la noche tardaba en llegar. Habíamos coincidido en una excursión que mis amigos de “Flor de Cactus” habían organizado al monasterio, aún en ruinas por aquel entonces, y recuerdo que caminábamos por entre naranjos, al lado de una acequia por la que el agua corría para ir a nuestro paso.
Quiso la vida, durante algunos años, regalarme con la amistad de Ivana, así es que le oí contar muchas y deliciosas historias escritas no sólo por Galenao, sino también por Mario Benedetti, por García Márquez, por Borges, por Saint-Exupéry… Entre otros entrañables recuerdos que guardo de ella, conservo también presentes como un “atrapasueños” y un ejemplar de “Amares”, en el que me escribió una bella dedicatoria: “Volar no es tan difícil. Aún con los pies en la tierra, mi espalda rompe en alas y vuelo sin moverme. Volar con lo que soy, sin ser un pájaro”. Esto fue hace diez años. No sé si Ivana todavía cuenta cuentos y, al contarlos, los convierte en suyos hasta el punto de hacer brotar las lágrimas en los ojos de quienes la miran y la escuchan… pero si sé que vuela; y el que no me crea, que visite su página.
Si hoy, último día del año, en el ecuador de esta Navidad del 2009, me he acordado de todo esto que os narro es porque, para felicitaros, he escogido un cuento de Eduardo Galiano, a quien ya conoce todo el mundo porque Hugo Chávez le regaló a Barack Obama un ejemplar de “Las venas abiertas de América Latina”. Mi hermano Amador piensa que es una historia demasiado triste, pero yo creo que refleja muy bien parte del espíritu de estas fiestas navideñas. Espero que a vosotros también os guste:
¨Fernando Silva dirige el hospital de niños, en Managua.
En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En casa lo esperaban para festejar.
Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo quedaba en orden y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón: se volvió y descubrió que uno de los enfermitos la andaba atrás. En la penumbra, lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizás pedían permiso.
Fernando se acercó y el niño lo rozó con la mano:
- Decile a ...- susurró el niño-. Decile a alguien, que yo estoy aquí.¨
Eduardo Galeano
1 comentario
Puri Novella -
Feliz año para tí y los tuyos, ya que 2010 suena tanto a película futurista que sea un año plagado de ternura, y de literatura.