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Ramón de Aguilar

En el camino aprendí (Rafael Amor)

En el camino aprendí (Rafael Amor)

            Hace tiempo que quería escribir algo sobre Rafael Amor; de hecho ya lo he mencionado en un par de ocasiones, (la primera de ellas, el 4 de septiembre del 2006, en los comienzos del blog, “Lección de húngaro”)… Pero fue al finalizar el año, intentando hacer balance sobre todo lo tristemente aprendido a lo largo del 2008, cuando, sentado ante la pantalla del ordenador y tratando de encontrar el lado positivo en tanta decepción, una de sus canciones me venía una y otra vez, no ya a la cabeza, sino a la punta de los dedos que bailaban sobre el teclado… No me cupo entonces, pero ya os anuncié que sería esa canción, este poema, mi próxima entrega.

            Podía transcribirlo sin más, o crear un enlace para que podáis escucharlo cantado… Rafael Amor no necesita presentación (ni siquiera para aquellos que no lo conozcan: ya no lo olvidarán cuando lo escuchen); pero quería contaros que yo lo conocí hace muchos-muchos años (cuando vosotros aún no habíais nacido). Una amiga tenía una cinta de “casset” con algunas de sus canciones: “Corazón libre”, “El loco de la vía”, “Cintas amarillas”… Yo las escuchaba una y otra vez, sin cansarme nunca de tanta ternura y asombrado de que nadie lo conociera, de que no lo emitieran en la radio, ni saliera en la televisión, ni estuvieran sus discos en ninguna tienda de Castellón, que es donde entonces vivíamos. Las ventanas del cuarto de mi amiga daban al patio de un colegio. Es lo único que recuerdo de su casa, porque una mañana me copié su cinta, poniendo junto al altavoz de su reproductor, el micrófono del mío. Durante muchos años fue esa la única forma de volver a escucharlo y, entre canción y canción, se quedó detenido el tiempo para siempre, al grabarse también las voces de los niños que jugaban al otro lado de la ventana.

            Años después, en Toledo, pude verlo y grabarlo en un programa de televisión que algunos recordarán; se llamaba “A media voz” y lo presentaba el Gran Wyoming, junto a un jovencísimo Óscar Ladoire; duraba menos de una hora y se emitía muy avanzada la noche. Estando ya en Requena, cuando hacía tiempo que conocía a Guadalupe y habíamos tomado la confianza suficiente como para hacernos confesiones de esa índole, me contó que a ella le gustaba un cantautor al que nadie conocía y que se llamaba Rafael Amor… No es éste su único encanto (algún día tengo que presentárosla), pero desde entonces no sólo creció mi aprecio por ella, sino que me dejó las cintas que tenía de él (¡originales!), y yo le presté la mía de vídeo, porque ella tampoco lo había visto nunca… aunque Internet ya se asomaba por el horizonte y, para bien, todo iba a ser distinto al cabo de muy pocos años.

            Mas, antes de que fuera posible acceder a su página, o ver actuaciones suyas en YouTube, o encontrar miles de referencias en Google; tuve la ocasión de conocerlo personalmente en Villatoya. Fue durante una de las entregas de premios del Certamen Literario Emilio Murcia, una de las ediciones en las que prácticamente yo no intervine; Camilo me comentó que le habían hablado muy bien de un cantautor argentino, al que sería posible contratar para el evento, y que se llamaba Rafael Amor… Cuando le conté algo parecido a lo que os acabo de narrar, ya no dudó en traerlo y me dijo que sería el regalo que el Certamen me haría en mi cincuenta cumpleaños… Y allí estuvo, con todos nosotros (Guadalupe también, claro), emocionándonos con su sensibilidad, haciéndonos reír con sus presentaciones, llorar con su palabras (ni Eliana ni yo –que aparecemos junto a él en la foto–,  ni su hermana, ni quizás algún otro, aún no siendo inmigrante, pudimos evitar las lágrimas con su emblemático “No me llames extranjero”).

            Pero, si continúo, voy a tener que dejar de nuevo su poema para la próxima vez; más vale que lo leáis y luego, el que quiera, que siga buscando.

 

 

En el camino aprendí

 

 

En el camino aprendí,

que llegar alto no es crecer,

que mirar no siempre es ver

ni que escuchar es oír

ni lamentarse sentir

ni acostumbrarse, querer...

 

En el camino aprendí

que estar solo no es soledad,

que cobardía no es paz

ni ser feliz, sonreír

y que peor que mentir

es silenciar la verdad.

 

En el camino aprendí

que puede un sueño de amor,

abrirse como una flor

y como esa flor morir,

pero en su breve existir,

fue todo aroma y color.

 

En el camino aprendí,

que ignorancia no es no saber,

ignorante es ese ser

cuya arrogancia más vil,

es de bruto presumir

y no querer aprender.

 

En el camino aprendí

que la humildad no es sumisión,

la humildad es ese don

que se suele confundir.

No es lo mismo ser servil

que ser un buen servidor.

 

En el camino aprendí,

que la ternura no es doblez,

ni vulgar la sencillez

ni lo solemne verdad,

ví al poderoso mortal

y a tontos con altivez.

 

En el camino aprendí

que es mala la caridad

del ser humano que da

esperando recibir,

pues no hay defecto más ruin

que presumir de bondad.

 

En el camino aprendí,

que en cuestión de conocer,

de razonar y saber,

es importante, entendí,

mucho más que lo que

lo que me queda por ver...

 

1 comentario

Juanra -

El mundo es un pañuelo!!! Yo nunca pense que ni siquiera conocias a Rafael Amor.Yo lo escuche por mi mujer que como bien sabes es de la misma tierra que Amor,pero no solo eso,porque ademas fueron vecinos y amigos.De eso hace ya mucho tiempo,perono deja de ser curioso no crees???