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Ramón de Aguilar

Doce relatos... más uno

Doce relatos... más uno

            El primero que se presentó era viudo (qué antiguo, ¿no? Parece que ya no se lleva lo de ser viudo, aunque luego vimos que no era el único). Había dedicado sus mejores años a criar a las dos hijas que le quedaron cuando murió Irene, su mujer, y ahora, que ellas ya son mayores, ha tenido la oportunidad de volver a rehacer su vida; incluso se ha planteado tener un hijo con su nueva pareja, después de tantos años.

            Entiendo que no puedo seguir. Ni siquiera he explicado que Tina, mi amiga Tina, vino a Villatoya el primer fin de semana de marzo, con Jose y con Pedro, el hijo de ambos, al que aún no conocía. Fue un agradable encuentro, después de tanto tiempo sin vernos más que a través de alguna foto que hayamos intercambiado por Internet.

            El segundo en presentarse parecía venir de otra época… En realidad venía de otro tiempo; quizás alguno de vosotros haya sabido de él por los libros de historia: Marco Aurelio, se llamaba, un procurador romano. Tal vez hubo otros, pero éste, por lo que nos contó, estaba siendo advertido de una injustificada rebelión de esclavos; difícil de detectar y difícil de detener porque, más que manifestarse como tal rebelión, tenía todos los tintes de una conspiración.

            Estábamos alojados en el balneario de los Baños de la Concepción y, después de la siesta del sábado, nos fuimos al pueblo, paseando por la carretera vieja (vieja tan sólo desde que cuatro días antes se abriera al tráfico la nueva variante, que evita el angosto paso por entre las casas). Allí, en el Ayuntamiento, nos esperaba Llanos, la alcaldesa (también nueva como tal. En la foto aparecen Tina y ella, pero hace unos años, cuando ninguna de las dos era aún mamá)

            El tercero en presentarse se llamaba Bartolomé, Bartolomé Fluccini, cocinero nacido en Florencia y a quien, pese su juventud, los cortesanos del rey castellano Enrique IV, el Impotente, habían contratado para trabajar en Valladolid… allí fue donde conoció a Leonor. Como veis también este buen hombre tuvo que viajar en el tiempo para llegar al salón de plenos del Ayuntamiento de Villatoya a contarnos su historia.

            Enseguida llegaron Ángel (su mujer, Mamen, se había quedado en el balneario, estudiando con Eliana), y Goyo, en compañía de Noelia y de Camilo, quien, antes de Llanos y por muchos años, ha sido el alcalde de Villatoya; aceptó la invitación a ser, como los demás y junto a Maribel Rubio, que vino acompañada del Celso Peyroux, mero espectador.

            El cuarto en aparecer en realidad era una mujer, pero creo que no llegó a decirnos su nombre… Sí el de su marido, Samuel, un aficionado a la jardinería, al que constantemente se veía obligada a disculpar y justificar. Tienen una hija, a la que están enseñando a ser mujer y que va a un colegio bilingüe pues, aunque les cuesta bastante esfuerzo, viven entre la gente bien… y como la gente bien.

            Antes de que ellos empezaran a llegar, yo había hecho las presentaciones de unos con otros y, de forma especial, la de quienes iban a ser los protagonistas de la noche: Ángel, Tina y Gregorio (Goyo); pero de una manera muy escueta, haciendo más hincapié en su relación personal conmigo que en sus méritos profesionales.

            El quinto era un albañil, poco trabajador pero muy observador, que desde la posición privilegiada que le dan las alturas: los andamios y el esqueleto metálico de las obras, puede observar lo que la gente que anda a pie de calle ni siquiera puede sospechar… incluso lo que hubiera preferido no ver y lo que quisiera poder callar.

            … A Ángel, antes que como informático o "ejecutivo" de una cadena de supermercados, actor o director teatral, lo presenté como imaginativo e ingenioso montador de espectáculos teatrales... y marido de Mamen (a él lo conocí por su mujer).

            El sexto eran dos: Pablo y Lucía… Aunque la verdad es que a él casi ni se le veía al lado de una mujer tan descomunal. “Porque Lucía era una mujer grande. De pechos grandes y culo grande…” Se habían conocido en una fiesta y su peculiar relación estaba marcada por la gordura de ella.

         … A Goyo, antes que como profesor de la UCLM (¿habría que decir "emérito", catedrático o alguna otra cosa?), y alcalde socialista de Casas Ibáñez durante 8 años, lo presenté con las palabras que ya utilicé en este blog: "siempre lúcido en su pensamiento y claro en su expresión".

            El séptimo era un niño que vino a hablarnos de la entrañable amistad que mantuvo con el señor Zacarías, un hombre bueno que estaba al frente de un peculiar bazar y al que le unía, además de un alma soñadora, el amor a las aves: cárabos, urracas, milanos, pinzones, jilgueros, canarios… y el majestuoso quetzal.

         ...Y Tina, por encima de todo (incluso su condición de lectora voraz, bibliotecaria en la UPM o sayaguesa), se ha mantenido fiel en su amistad a lo largo de los últimos 23 años, en los momentos buenos, en los malos e incluso en los muy malos.

            El octavo en presentarse, Germán, también era viudo (¿Pensábamos que ya nos lo hay?). Mientras se acerca un nuevo día, desde la terraza de su habitación, con un cigarrillo entre las manos, contempla la ciudad dormida y recuerda la efímera relación con su mujer; mientras Inés, ajena a su insomnio, duerme placidamente a sus espaldas.

            Beatriz, Luismi y Mari Carmen (la mujer de Goyo), se incorporaron más tarde… Así es que, como Jose, Mamen y Eliana, tuvieron que conformarse con que quienes estábamos allí les contásemos luego todas estas historias.

            El noveno volvía a ser una mujer. Nos habló de sus sueños de dormida y de sus sueños de despierta, del hijo que estaba esperando… Nos confesó que tenía una agenda llena de hombres que no la saben querer, como ella necesita, y que va a aprender a ser mamá, a ser escritora y cientos de cosas más.

            Ángel, Goyo y Tina formaron este año el Jurado Final del X Certamen Literario Emilio Murcia. Los demás les arropamos. Algunos, incluso (como Noelia, Beatriz o yo), habíamos colaborado en la selección de los finalistas. No fue fácil, porque se habían presentado 475 relatos.

            El décimo, que venía de Argentina, era un enamorado de Carlos Gardel y, siguiendo los restos del cantor a través de los Andes, nos paseó por Colombia: Desde Medellín, donde se produjo el accidente en el que murió, hasta Buenaventura, en el Valle del Cauca, pasando por La Pintada y Riosucio. Como recuerdo había traído a Buenos Aires un muñeco de madera que perteneció a Gardel y que dejaría a su hijo cuando muriera.

            El sistema de este año, propuesto por Tina, no se había usado en ninguna de las nueve ediciones anteriores del premio. Empezaron eliminando, en cada ronda, tres relatos (uno a propuesta de cada uno y con el visto bueno de los demás), así hasta que sólo quedaron tres, sobre los que se debatió intensamente.

            El undécimo (como el último, ya lo veremos luego), también era americano… pero también de otro tiempo, como el romano Marco Aurelio o Bartolomé, el italiano medieval. Esta vez se trataba de un orgulloso indio guaraní que, machete en mano, pretendía vengar desprecios, humillaciones y la violación de su novia.

            Los relatos finalistas eran doce… En realidad eran doce más uno y, si no digo “trece”, no es porque sea supersticioso, sino porque el último de ellos (El camino de las hormigas), tenía una extensión inferior a la exigida; había gustado mucho en las lecturas previas y se lo pasamos al Jurado Final, que lo leyó con gusto pero consideró, con buen criterio, que no podía premiarse un cuento que no se ajustara a las bases, cuando había otros que merecían ser premiados: Las hijas de Irene, Rebelión, Electuarium amoris, Ventanas, En la atalaya, Un amor grande, El escaparate de los sueños, Insomne, Diagnóstico soñadora, El último fuego, El indio guaraní y Una partida.

            El protagonista de este último, como ya he adelantado, también es americano, también argentino. En un pequeño bar de pueblo, junto a una estación de ferrocarril abandonada, mientras toma el desayuno observará sobre el mostrador un tablero de ajedrez con una partida sin acabar. Mientras la analiza conocerá la historia de los dos jugadores que la empezaron quince años antes.

            El premio, al final, fue por unanimidad para el primero de todos los citados: Las hijas de Irene y el accésit, que contemplaban las bases, para Ventanas. No había tercero, así es que todos los demás quedaron como meros finalistas (que no es poco, cuando se ha competido con casi quinientos títulos); pero yo voy a señalar que el último en ser eliminado fue el de Insomne; lo hago porque los que habíamos leído todos, sin formar parte del Jurado, habíamos hecho nuestras apuestas. Sólo Beatriz acertó el pleno: llevaba a los ganadores y en el mismo orden. Noelia había apostado por Ventanas, seguido de Insomne (así quedaron en realidad, aunque precedidos por otro), y yo, como Noelia, pero al revés: primero Insomne y luego Ventanas… Claro que nosotros no teníamos ni voz ni voto y, aún habiéndola tenido, el final hubiera sido el mismo; así es que felicitamos de corazón a Puri Novella Lagunas, autora del relato ganador y a Manuel Merenciano Felipe, autor que consiguió el accésit.

     La entrega de premios se hará sobre mediados de abril. Dentro de un mes me tendréis aquí, con sus fotos (si se dejan), y contándoos algo de ellos. El libro, con ambos relatos, ya está en imprenta y, como el año pasado, se lo enviaremos gratis a todo aquel que me lo pida… No os cortéis.

2 comentarios

poudereux -

Participe en este certamen pero no resulte elegido. Igualmente he quedado muy contento pues me habeis parecido una gente muy atenta. Me encanta que en mi querido Albacete se estile buena literatura. Ojala y podamos ir algun dia por alli(por supuesto que seguire participando en el certamen).
Gracias y abrazos.

David Ballota -

Hola, nos gustaría contar con una colaboración tuya (quincenal) en la nueva época de la revista Generación XXI. Escríbeme a davidballota(arroba)hglobal.es y "hablamos". Un saludo.