Las palabras y los poemas de Juan Vicente Piqueras
El título que acabo de escribir para esta entrada es un pareado. De ésos que a uno le salen sin querer y que el buen escritor se apresura a corregir con la ayuda de los sinónimos o el ingenio. Yo no lo voy a hacer: Escribo bien, pero no soy un buen escritor. Además, como no soy poeta (como Juan Vicente Piqueras), me puedo permitir esos ripios. Y, por si éstas fueran pocas razones, aún tengo otra más poderosa: Dar esta explicación me sirve para introducir la invitación que quiero haceros a leer a este autor, nacido en el pueblo en el que yo vivo y que, según confiesa en la solapa de unos de sus libros, vive donde yo quise nacer: en no sabe dónde.
Recomendar la lectura de un poeta no parece muy complicado. Bastaría con decir que uno lo ha leído y que le ha gustado. A veces (yo lo he hecho en este mismo blog), sería suficiente con reproducir alguno de sus poemas y compartirlo así con todos vosotros. Por lo general, en estos casos las palabras sobran y, como éste es uno de ellos, hubiera bastado con transcribiros los versos con que cerraré la entrada; los de “Bendición”, del poemario “La palabra cuando”, y los de “Un hombre cualquiera un día cualquiera”, de su delicioso “manual de gramática y poesía”, al que ha titulado “Yo que tú”.
Si alguno de vosotros quiere, puede irse directamente a los poemas y obviar todo lo que yo escriba. Pero a quien se quede leyendo le contaré que la primera vez que me hablaron de Juan Vicente Piqueras, recién llegado yo a Requena, fue muy lejos de aquí, en Roma, donde él trabajaba en el Instituto Cervantes, como mi amigo Agustín. No sé si ya escribía versos, aunque supongo que sí; a mí no me interesa mucho la poesía (aunque pueda parecerle lo contrario a quien ojee este blog); pero el hecho de estar viviendo yo en su pueblo, aunque él siempre habitara lejos (Italia, Grecia, Argelia…), nos llevó a coincidir más veces, aunque no recuerdo ninguna en la que hayamos hablado cara a cara (sí una en la que los dos coincidimos en un programa de radio Requena, él a través del teléfono y yo en el estudio).
En fin, motivos suficientes como para que alguna vez me haya parado a leer alguno de sus libros, entre los que me gustó especialmente el de “Aldea”. Pero ha sido al escucharlo hablar de poesía, apenas hace unos días, cuando realmente he descubierto la grandeza de este poeta que gana los premios más prestigiosos y publica en las mejores colecciones de poesía, manteniéndose al margen de los círculos oficiales u oficiosos. Han sido sus palabras (las que dice y como las dice), las que me han empujado a volver a leerlo y disfrutarlo más que nunca. Os aseguro que la de su poemario “Yo que tú” ha sido una de las lecturas que me han resultado más deliciosas en los últimos meses… No sólo por sus poemas (que para muestra, los que os dejo a continuación), sino también por el preámbulo: “Poesía y gramática”, que os recomiendo tan encarecidamente como cada uno de sus poemas.
Bendición
benditos los que sólo lloran solos
los que hablan lenguas muertas
los que creen en dioses aún no aparecidos
y se quedan dormidos sobre el atlas
(los labios en Ceylán la nariz en Angola)
benditos los que huyen
los que dicen que no y se van silbando
los tontos los inútiles los otros
los que no opinan nada sobre nada
los que sufren por no saber mentir
benditos los que aman y están solos
los que no tienen prisa ni lugar
los que no dicen nada
los que se van sin más explicaciones
(de “La palabra cuando”)
Un hombre cualquiera un día cualquiera
Se levanta, se lava, se peina, se afeita,
se viste, se va de su casa al trabajo,
se sienta, se pone ante el ordenador,
se pasa ocho horas moviendo los dedos,
se cansa, se aburre, se toma un café,
se irrita, se agota, se vuelve a su casa,
se mira al espejo, se mira al espejo,
se pregunta en silencio si vale la pena
y no se responde, se mira las manos,
se quita la ropa, se pone el pijama,
se acuesta, se duerme, se sueña feliz.
(de “Tú que yo”)
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Ramón -