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Ramón de Aguilar

Presentación de presentadores

Presentación de presentadores

Se supone que en la presentación de un libro el autor es el último en hablar, el último en tomar la palabra. Sin embargo, en la que hicimos en Casas Ibáñez de mi última publicación (Algunos relatos casi policiacos), pedí que fuera al revés y que me dejasen hacerlo a mí primero. Quería ser yo mismo el “presentador de mis presentadores”; explicar quiénes y por qué me acompañaban en la mesa: Cuatro amigos entrañables, cuatro grandes lectores, cuatro buenos comunicadores que hoy quiero que conozcáis los seguidores del blog:

De Noelia, por empezar por la persona más joven de la mesa (y más alta de la foto), podría decir que la conozco desde siempre, puesto que a su madre, Ramona Cabezas, la conocía ya cuando ambos éramos niños (ella más que yo); pero lo cierto es que el primer recuerdo que conservo de Noelia es el de su intervención en una sesión de cuenta-cuentos, en la biblioteca de Casas Ibáñez; luego participó activamente en el taller literario que durante varios años, aunque de manera bastante informal, mantuvimos a la sombra de la Universidad Popular, junto a Manolo Picó, David y Jesús Zafra, Manolo Calomarde, Irene Castilo y alguno más. Desde entonces, desde que apenas era una adolescente, he permanecido en contacto con ella y he seguido de cerca sus estudios en Valencia, primero, y sus trabajos en Madrid, después, donde sigue trabajando hoy en día como bibliotecaria para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, cantando en un coro y en el grupo “Capitán Sunrise”... haciendo miles de cosas que, sin embargo, siempre le dejan tiempo para la lectura.

A Elena Pérez (de quien ya he dicho alguna vez que tiene nombre de hada y apellido de ratón), no la conocí con un cuento en los labios sino con un libro de poemas en la mano. Las circunstancias de aquel encuentro casual y la persona que lo provocó, Rafael García, a quienes los dos queríamos y admirábamos tanto, hicieron que desde entonces Elena fuera una persona muy especial para mí, una persona a la que nunca he dejado de admirar por la sensibilidad con la que vive y con la que escribe, por la profesionalidad con la que durante años dirigió Radio Requena y con la que hasta la actualidad mantiene viva una “oenegé” tan importante como Proyecto Avalon, “iniciativa para una cultura de paz”… Una persona a la que nunca he dejado de admirar por la intensidad con la que sabe disfrutar de todo cuanto la vida ofrece.

A Pedro Uris, a nivel personal, lo conozco menos. Apenas nos habíamos visto tres o cuatro veces en persona (a las que ahora tengo que añadir una más) y, sin embargo, hace años que aprecio su amistad. De él no puedo hablar con el corazón, al menos no puedo hacerlo con la misma emotividad y, sin embargo, si estaba allí esa mañana, si lo había invitado a presentar mi libro, no era sólo por sus competencias profesionales, no era sólo porque lo admire como escritor, como guionista y crítico de cine, como gestor cultural… Era porque, además de todo eso y del afecto que siempre me ha mostrado cuando hemos coincidido en algún lugar, Pedro Uris es el autor de una de las novelas que más me impactaron cuando hace años fui editor: Cita con la eternidad. Una obra que resultó finalista en nuestro premio de novela (por mí hubiera sido la ganadora, pero en nuestros certámenes siempre era el jurado el que decidía). Fue la última que intentamos publicar, aunque se quedó en la imprenta (por cierto que la portada la hizo una diseñadora de Casas Ibáñez, Flor Navarro, de Serradiel). A Pedro, pues, lo vi por primera vez en Villatoya, cuando vino a la entrega de premios el año que fue finalista (luego volvió alguna vez más, como jurado y como invitado). De Cita con la eternidad, la novela, que a mí me había impactado por la habilidad con la que mezcla la ficción con la realidad, por el juego constante entre la vida y la literatura, tomé prestado un personaje (sin pedirle permiso al autor), para que protagonizara uno de los relatos que componen mi libro… Era una razón más, una razón más que sobrada para invitarlo a que viniera a Casas Ibáñez y él, generosamente, lo hizo. Espero que se llevara un buen recuerdo.

Por último, de Carmen Navalón, la alcaldesa a quienes la mayoría de los presentes conocían mejor que yo, no puedo contar cómo o cuándo fue la primera vez que la vi. En realidad es como si siempre hubiera estado ahí, en el recuerdo, un recuerdo tan lejano que se confunde con el canto de las tablas de multiplicar en el colegio de las monjas, con el patio del recreo y las cajas de “tintes” Alpino, con las calles llenas de barro, aún sin asfaltar y los charcos helados, con las noches de verano jugando al escondite o a “dónde están las llaves”, con los pantalones cortos, las soguillas en el pelo y las sesiones toleradas del domingo por la tarde en el Cine Rex… Es verdad que yo soy mucho mayor y que ella andaría jugando con mi hermana…  pero es de aquel borroso y delicioso pasado de donde nace esa amistad, que se ha ido fortaleciendo con el paso de los años, con la madurez y gracias también, por supuesto, a la afinidad de ideas. Así, si esa mañana de domingo estuvo allí con nosotros, no fue sólo porque, como alcaldesa de Casas Ibáñez, estuviera interviniendo en un acto cultural programado dentro de las fiestas del pueblo… Fue por eso también pero fue, sobre todo, porque la considero mi amiga.

Éstos, tan risueños como podéis verlos en la fotografía, fueron mis cuatro presentadores; pero lo bueno que tuvo estar allí, en Casas Ibáñez, ese sábado por la mañana, fue que, al mirar uno a uno al público que nos acompañaba, me di cuenta de que de cualquiera de ellos, si estuviera acompañándome en la mesa, podría haber hablado con el mismo cariño y con la misma emoción… Me di cuenta de que soy realmente afortunado por haber pasado mi infancia en ese pueblo, por haber vivido en Casas Ibáñez: El lugar al que siempre quiero volver.

3 comentarios

Pedro Uris -

Gracias Ramón, no lo había visto hasta ahora. El afecto y el respeto, no te quepa duda, que es mutuo.

La del nombre de hada y apellido de ratón. -

Estar contigo ese día fue un honor.
Leerte es siempre un placer.
Ser tu amiga es un regalo, una alegría y un privilegio.
Muchas gracias por tus palabras y, sobre todo, por tu cariño.

Puri Novella -

Eres un tipo afortunado, querido Ramón, este afecto que te rodea no se paga ni siquiera con dinero.