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Ramón de Aguilar

Enrique y Viajes Altiplano

Enrique y Viajes Altiplano

Cielo Rosalba Villamil nació y creció en Sabana Perdida, a las afueras de Santo Domingo, tiene 31 años, que no aparenta de tan menuda como es, y emigró a España como camarera, aunque hace tiempo que, por circunstancias que no vienen al caso, está trabajando en uno de los clubs de alterne que, desde el camino del cementerio, se asoman a la antigua carretera nacional; allí se hace llamar “Yaquelín”, a secas, sin segundo nombre ni apellidos, dice tener 23 años y haber estudiado técnicas de secretariado. Cielo Rosalba piensa que su verdadero nombre y su verdadera edad, como el hecho de tener tres hijos esperándola en la República Dominicana, es algo que a nadie le importa en este país donde los pocos que no se apartan a su paso y la miran a la cara, lo hacen pasándose la lengua por los labios o llevándose la mano a la bragueta… Pero hay excepciones, claro que hay excepciones, como la de Enrique Ruiz Guillamón, el chico de Viajes Altiplano que, cada vez que ha tenido que viajar a su país, no sólo le ha conseguido los pasajes más baratos, sino que le ha dado todas las facilidades para que pueda pagarlos, atendiéndola con una sonrisa, tratándola con respeto y dándole una confianza que ella misma había olvidado merecer.
Cielo Rosalba llegó por primera vez a la agencia de viajes de la mano de una colombiana, compañera de miserias en el club, que ya había viajado a Bogotá un par de veces con la ayuda de Enrique. Es posible que si no hubiera sido así, nunca lo hubiera hecho, porque el pequeño y destartalado local siempre estaba lleno de gente que esperaba hasta horas para ser atendida; es posible que quien no conociera a Enrique o hubiera oído hablar de los “milagros” que conseguía con su viejo fax y el teléfono permanentemente pegado a la oreja, hubiese buscado otra agencia de las que hay en Requena (que es donde ocurrieron o pudieron haber ocurrido estos hechos), y donde hubieran sido atendidos con mayor rapidez. Enrique siempre trabajó solo, desde la mañana a la noche, atendiendo personalmente a cada uno de los clientes que, cuando volvían por segunda vez, ya lo hacían como amigos. Así se explican aquellas largas colas, el tener que pedir vez para no perder el turno, como antes se hacían en la carnicería o la peluquería, el volver una y otra vez, aunque ya hubiera caído la noche, por si había menos gente: Menos inmigrantes que, gracias a Enrique, podían visitar más fácilmente a sus familias lejanas; menos adolescentes que, gracias a Enrique, conseguían su primera escapada en pandilla a una casa rural asequible a sus paupérrimos bolsillos; menos familias numerosas que, gracias a Enrique, encontraban un apartamento u hotel en el que pasar unos días al lado de una playa; menos estudiantes que, gracias a Enrique, realizarían el viaje de fin de curso que no hubieran podido pagar de otra manera… Quizás por eso, aunque sobre el dintel de la puerta rezara un rótulo con el nombre de “Viajes Altiplano”, todo el mundo decía siempre “la agencia de Enrique” o, simplemente, sin más, “donde Enrique”.
Mientras las revistas de viajes y los folletos de las agencias mayoristas se amontonaban por los rincones, esperando que hubiera tiempo o necesidad de verlas u ordenarlas, en una de las estanterías se iban acumulando los recuerdos que sus clientes le traíamos de nuestros viajes: un gallo de Portugal, un indalo de Mojácar, una chiva de Colombia, una brujita de oro de Sort, una rosa del desierto del Sahara, una virgen de Guadalupe extremeña o mejicana… y postales en las que, desde el rincón más escondido del país o desde cualquier otro remoto lugar del mundo, alguien le enviaba recuerdos o le daba las gracias por haberle ayudado a llegar hasta allí. Cuando Cielo Rosalba tenía que esperar su turno, de pie o sentada en una de las pocas sillas que amueblaban el local, miraba todo eso y miraba a Enrique que, enfrascado en su tarea y sin perder nunca la paciencia, atendía con mimo a su cliente, buscaba una y otra vez, proponía, aconsejaba, telefoneaba, hacía números, escuchaba objeciones y sugerencias, hasta que conseguía encontrar lo que quien quiera que fuese estaba buscando, sin más ayuda que la de la computadora que él, como español, llamaba ordenador, el teléfono y el fax en cuyo rollo de papel térmico iban apareciendo milagrosas ofertas, del mismo modo que de las cestas vacías los santos de película van sacando lo que los mendigos necesitan.
El pasado 21 de octubre, Cielo Rosalba se acercó por última vez a Viajes Altiplano. En vez de los cincuenta euros con los que pensaba dar una señal para reservar su viaje a República Dominicana las próximas Navidades, llevaba un cirio que dejó encendido junto al escaparate que anunciaba las ofertas de última hora y mostraba carteles de un plácido Caribe de arenas blancas y esbeltas palmeras, junto a otros con imágenes de las nevadas cumbres de los Pirineos y los Alpes. No fue la suya la primera vela que una mano anónima depositaba en el lugar donde todos hubieran querido encontrar a Enrique; otras ceras ardían ya y otras se fueron sumando a las flores que empezaban a amontonarse a medida que la noticia de la muerte violenta de Enrique sobrecogía a todos los vecinos. De unos y de otros, durante el día en el pueblo y por la noche en el club, “Yaquelín” a secas, sin segundo nombre ni apellidos, oiría varias versiones y las teorías más dispares acerca de esa muerte que a ella, como a tanta otra gente, había hecho llorar… Al final, sólo de una cosa estaba segura: Enrique, que había pasado unos días en República Dominicana y regresaba a España el día 20 a las once de la mañana, alcanzó a llegar a la terminal, facturó su equipaje y avisó a su familia de la hora de arribada a Barajas; pero las maletas llegaron solas, él apareció muerto en la ciudad de Santiago, a 200 kilómetros del aeropuerto.

Escribo esta historia mientras contemplo las llanuras de la plana que dio nombre a su agencia, a la misma hora que en Camporrobles, el pueblo donde nació hace sólo treinta y siete años, lo están enterrando sus familiares y cientos de acompañantes; a mí también me ayudó a viajar a Hungría, a Colombia, a traerme de allí a mis hijos, a encontrar alojamientos a los amigos que han venido a conocer España desde Chile (Mo, en una ocasión, su hermana Lilian en otra), desde Austria (Hassan y Mónica); a encontrar un hotel asequible para pasar unos días de vacaciones en Mojácar, Playa de Aro, Oropesa del Mar… Aunque en más de una ocasión hablamos de temas personales y, por haber vivido nosotros antes que él la misma situación, de los problemas que conlleva el casarse con una extranjera o traerse a España niños de otro país, no voy a presumir ahora de una gran amistad, porque no fue tal; pero sí de lo agradable que resultó tratar con él, ya fuera al encontrárselo en la calle o al traspasar el umbral de la puerta de su agencia; del cariño que siempre nos profesó a Eliana, a los niños y a mí. Por todo ello y por el vacío que su ausencia deja en nuestro pueblo y en nuestros corazones, he querido rendirle homenaje con esta pequeña semblanza en la que de la mano de Cielo Rosalba, “Yaquelín”, un personaje inventado, pero que podría ser real, he tratado de recrear el lugar donde lo conocí y la entrañable atmósfera que envolvía “Viajes Altiplano”, la agencia de Enrique.

8 comentarios

Monica -

Ramón, hoy me he tomado tiempo para leer tus relatos, y me he encontrado con este, que me llego hasta el fondo del corazón, que hizo que Hassan me abriera sus grandes ojos. Aunque sólo vi a Enrique es un par de ocasiones, esta noticia me toca.

Miguel Ángel -

Me comentaron el caso unos amigos de Valencia y, entrando en tu blog, encuentro el artículo. ¡Qué pequeño es el mundo y qué grande, a veces, la injusticia! Me he permitido escribir unas líneas sobre el asunto en el blog:
http://miguelangelcarcelen.blogia.com/2010/111701-justicia-para-enrique-ruiz-guillamon.php

Mar -

Soy una chica que ha trabajado en varias mayoristas de viajes, con lo que trataba bastante con Enrique telefónicamente. Desde luego puedo decir que era el mejor agente de viajes que he conocido, tanto por su trato con sus clientes y proveedores como por su sencillez, simpatía y paciencia. Pasara lo que pasara nunca perdía los nervios, si te equivocabas él no entendía, aunque le repercutiera a él. Yo siempre me volcaba para intentar conseguir lo que pedía. Me he enterado hace unos días de esta trágica noticia y realmente, sólo por mi trato telefónico, me niego a pensar todo lo que se ha especulado. Creo que Enrique era una persona con una humanidad envidiable, y de las que apenas quedan. Le teníamos tanto aprecio que un día, las chicas de la oficina planeamos pasar por su agencia un fin de semana para conocerlo personalmente, pero estaba cerrada y desgraciadamente no podremos volver a intentarlo. Lo hemos sentido todos mucho.

Moni -

Alquien con tanta gente que le quiere tiene que ser bueno por fuerza. Con sólo entrar a su agencia ya lo sentías cercano. Eso nos ha pasado a tí, a mí y a todos. ¡Cuánto necesita este mundo de desorden a gente como Enrique!
Gracias por tus comentarios, Ramón, tanto en tu blog como en el mío.

Ramón -

Hoy me he enterado de que antes de éste ya hubo otro homenaje a Enrique en la red; lo hizo Moni en su blog y éste es el enlace: http://moninterior.blogspot.com/2010/10/enrique-el-de-los-viajes.html

Puri Novella -

Esta vez no quiero felicitarte por una historia que, como siempre, conmueve y está bien escrita. Esta vez me sumo a tu pena, a la pena de que la gente buena de verdad, los paisanos de siempre, desaparezcan. Porque nadie podrá ya ocupar su sitio, ni su recuerdo. Porque son irrepetibles.

Un abrazo,
Puri Novella.

Elena Pérez Martínez. -

Como siempre, me has tocado la fibra, Ramón. Es una pena que, en este caso, el disfrute y el deleite de leerte se enturbie por el triste contenido de tu relato. Gracias por el regalo de tus palabras y por tu ternura. Un hermoso homenaje para el hombre enamorado que, finalmente, viajó más allá de las playas de arenas blancas.

Ramón -

Y para quien, al margen de las recreaciones literarias, quiera saber algo más de esta lamentable muerte, dejo aquí este enlace: http://www.levante-emv.com/sucesos/2010/10/22/enrique-mataron-mujer-ano-dejarle/749798.html