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Ramón de Aguilar

Continuará...

Continuará...

            Hace días que no escribo… Y no es que no tenga nada que contar. Cuando navego me encuentro con muchos blogs que se quedaron inmóviles en un momento dado. Aquí mismo, entre los que yo recomiendo, están el de Andrés Aberasturi, el de Francisca Gata o el de Trini Rodríguez. Y no será que sus autores no tienen ya nada que añadir. Algunos han puesto punto final dando alguna que otra explicación; otros se han quedado parados sin más como si, al cabo de los años, pudieran arrancar de nuevo y volverse a echar a andar. Qué asombroso este mundo virtual en el que todo permanece vivo, en el que lo subido hace años al ciberespacio puede encontrarse hoy junto a lo más actual; donde podemos seguir manteniendo como contacto en las redes sociales a amigos que ya han muerto; donde, con un poco de maña, podemos rescatar una foto, una confesión, un poema que su autor ya borró.

            Además de que desde hace meses tengo la intención de reproducir aquí uno de mis relatos: Levantada ya la niebla, para que todo el mundo pueda leerlo sin necesidad de comprar el libro en el que la Asociación de Amigos de los Molinos de Mota del Cuervo lo han publicado sin mi consentimiento; en estas últimas semanas me hubiera gustado también pasaros alguno de mis poemas favoritos (de Pedro Salinas, de León Felipe, de Manuel Pacheco, de mi amigo Leandro Arenas…); cualquiera de los cuentos educativos de mi amiga Pilar Bellés Pitarch, o de los de Manuel Merenciano, tan llenos de acción en sus tramas y tan sorprendentes en sus finales. Alguna de las entradas que preparaba se ha quedado pergeñada, como mero borrador, en una carpeta de mi ordenador. Una de ellas (¡Malditos funcionarios!), denostando de ese empeño que tenemos los empleados públicos (maestros, policías, médicos, enfermeros, celadores, barrenderos, asistentes sociales, educadores, conserjes y bedeles, bibliotecarios, peones camineros, guardas forestales y demás “chusma”), de llegar a ganar los mil euros mensuales.  Intenté hablar también de Afganistán, a raíz de una película iraní que recomendé a mis amigos de Facebook (Buda explotó por vergüenza), y de la lectura de una novela que me regaló mi prima Carmina: Mil soles espléndidos, de Khaled Hosseini (autor también de Cometas en el cielo, en la que basó un film del mismo nombre que ya he citado alguna vez); pero, sobre todo, recordando una comida afgana que, hace más de treinta años, nos preparó en Barcelona una muchacha de aquel país, compañera en la Universidad, y cuyos ojos llenos de vida y alegría me cuesta imaginar tras la rejilla de un “burka”… Hubiera querido hablaros también de Fuentealbilla, un pueblo cercano al mío y famoso por sus salinas, al que llegó desde Barcelona un hombre llamado Andrés; lo conocí en una fonda que había en la plaza y donde, a la sombra de una parra, durante las horas de calor de la siesta, él me contaba maravillas de su lejana ciudad y de unas gentes cuyas costumbres más que escandalizarme (como él pretendía), me fascinaban… De Torrente, un policía que era cura y escribía libros de devoción mariana… Y así podría seguir añadiendo temas que van quedando pendientes de un día para otro: Escritores de novelas de kiosco a los que he conocido personalmente: G. H. White (Pascual Enguídanos Usach), que en los años cincuenta y sesenta escribía novelas de ciencia-ficción en las que el planeta Tierra estaba unido baja una sola bandera y era gobernado por unos españoles que se apellidaban Aznar; o el famoso Silver Kane, que resultó ser el no menos famoso Francisco González Ledesma a quien, perseguido por sus ideas, la censura franquista sólo le permitía publicar novelas del oeste y similares. Escritores que quizás sólo yo conozca, como Joaquina Pomareda de Haro, o de quienes me gustaría mostrar una cara diferente (la verdadera Corín Tellado, María del Socorro Tellado López, que escribió más de cuatro mil novelas de amor, en la vida real jamás dijo “te amo”)… Mucho más de lo que cabe en este blog, mucho más de lo que mi tiempo me puede permitir.

            En vista de mi incapacidad para transformar en palabras tantas ideas, había pensado que, aprovechando la llegada de las altas temperaturas, podía bajar la persiana y poner el cartel de “Cerrado por vacaciones”; aunque, como le ocurre a muchas empresas, sin tener muy claro hasta cuándo. Además, tengo una buena razón: La mudanza. Nos estamos trasladando de casa y, lo quiera o no, el tiempo se esfuma empaquetando libros, desmontando muebles, haciendo viajes, mirando por la ventana para despedirme de los tejados por los que mi mirada ha vagado durante los últimos años… Cada vez es más difícil tener una tarde libre para escribir un par de folios, cada vez es más difícil encontrar algo que se busca y no se encuentra porque vete a saber en qué caja lo guardaste… Tal vez las vacaciones tendrían que durar hasta que haya acondicionado un rincón en la nueva casa, hasta que haya montado mi mesa, instalado el ordenador y sacado de los baúles el “María Moliner” y la Nueva Gramática de la Lengua Española… Y todo eso sin considerar que también podía dedicar un tiempo a otros menesteres: A escribir una novela (como todo el mundo se propone en situaciones como ésta), a estudiar, a hacer deporte hasta recuperar la figura de hace veinte años…

            Pensé hacer un último esfuerzo para despedirme por el momento y, entre las que tengo archivadas para futuras entregas,  me puse a buscar alguna foto con la que ilustrarlo… Y no supe cual escoger. Como si fueran esos personajes que se aparecen a sus autores para exigirles vida, ahí estaban todos éstos a los que acabo de nombrar y muchos más: Cantantes como Eartha Kitt, actores como Fernando Delgado o Paloma Valdés, otros poetas como Rabindranath Tagore, las películas de Frank Capra, los dibujos de Arantza Sestayo, los cuentos que cuenta Maricuela u otros de los que yo he escrito, como Galad y Sera; mi primera máquina de escribir o lugares que últimamente me han dejado un grato recuerdo (Pálmaces de Jadraque, hostales de carretera, el restaurante “La Lola” de Casas Ibáñez)…

            Está claro que ninguno de ellos me necesita pero, evidentemente, yo a ellos sí. Así es que no me ha quedado más remedio que cambiar el título de “Cerrador por vacaciones” por este otro de “Continuará…”

4 comentarios

Angel Sánchez -

Quizás esta mudanza sea como un pequeño viaje y de el surjan nuevas vivencias que te inciten a contarnos próximamente.
Otro hogar, otro pueblo, otras gentes... otro punto de vista. Cualquiera de esos motivos será suficiente para que se reactive en ti la necesidad de contarnos todas tus nuevas vivencias o todo aquello que hoy guardas empaquetado entre tus libros.

Manuel Merenciano -

Dices que no escribes nada y te marcas dos folios plenos de vivencias en un santiamén. Lo que te pasa es que estás "acojonao" con eso de la mudanza. Me soliodarizo; es una de las experiencias más tortuosas que podemos sufrir. Por cierto, ¿cambias de localidad o sólo de habitáculo?
Está bien eso de "continuará...". Los que compartimos tu escritura y tus emociones necesitamos que continúe.

Iluminada -

Estoy segura que sí continuará, tú, siempre tienes algo maravilloso que contar. Tus relatos, son siempre entretenidos y nos trasportan, con sus imágenes plasmadas en papel, a un mundo de sueños envueltos en realidad.

Puri Novella -

Me quedo muda y no quiero, pero me produce congoja este "continuará" y no me salen las palabras.Me quedo muda, y ya es raro en mí...