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Ramón de Aguilar

LO QUE ESCRIBEN MIS AMIGOS

Mauricio, amigo mío (Fernando Lalana)

Mauricio, amigo mío (Fernando Lalana)

Estaba escribiendo una nota para explicar que algún día os invitaría a leer a Fernando Lalana… un breve texto para colocar, junto a su foto, en ese rincón donde voy dejando bocetos para más adelante, para cuando pueda… y me entero de que este autor acaba de ganar el Premio Jaén de Novela Infantil y Juvenil. Los que soñamos con los premios, como puerta por la que asomarnos a los hipotéticos lectores, sabemos que éste es de los importantes... Así es que me alegro enormemente por él; porque, aunque ya los tenga todos (incluso el Nacional), y sus libros sean publicados en las colecciones más conocidas y, a veces, hasta llevados al cine (Morirás en Chafarinas), bien que se lo merece por lo mucho que trabaja, por el tesón con el que escribe (presume de no haber tenido nunca otro oficio), y por ese corazón tan grande que esconde tras la barba, pero al que delata la limpieza de su mirada.

            Cuando nos embarcamos en la aventura editorial de Edisena, él nos ofreció desinteresadamente una serie de cinco divertidos relatos (enlazados por el tema del más allá), para que iniciáramos la colección “Odaluna”. El libro se llamó Tras la frontera y, aunque se vendió tan regularmente como casi todos (un libro no se vende por la calidad del texto o del autor, sino por las técnicas comerciales que se utilicen para lograrlo), nos produjo un gran beneficio: la amistad de Fernando Lalana quien, a pesar del transcurso de los años y el fracaso como editor, me sigue recibiendo con los brazos abiertos cada vez que paso por Zaragoza.

            Bueno, alguno de vosotros se estará diciendo, ¿pero no era a él a quién teníamos que leer? Pues sí, es verdad, pero es que, como de él no tengo ningún texto corto que poner de muestra (aunque podría buscarlo), he pensado remitiros al sitio de su página en el que se encuentra, precisamente, uno de los cinco relatos del libro que editamos. Podéis leer el cuento completo y, además, desde él, iniciar un paseo por el resto de la página. Sólo tenéis que pinchar aquí:

 

Yo también quiero leer el relato de Fernando Lalana Mauricio, amigo mío

De nuevo vienes... con otro nombre (Coro Perales)

De nuevo vienes... con otro nombre (Coro Perales)

Algún día, en este mismo cuaderno de bitácora, presentaré a Coro como amiga y hablaré del atardecer en el que nos conocimos en Barcelona, en la bohemia terraza de la también escritora (más famosa que Coro y que yo), Care Santos... Y, si a ella no le importa, del par de veces que nos vimos en El Masnou, tan cerca del mar o, luego más tarde, en su piso viejo y mínimo del Barrio Gótico; de las pocas que vino a Villatoya y a Requena; de los libros que, generosa, me regaló... de una cinta de Caetano Veloso que ya habrá olvidado... Pero hoy está aquí como uno de esos escritores que, a veces, me conmueven. Leí de un tirón su primera novela, Bigote Prieto; me quedé con las ganas de que nos mostrara algo de esa otra, erótica, que nunca se decidió a concluir, y me sorprenden algunos de sus escritos cortos, como los que últimamente me manda cada vez que se acerca un huracán a las puertas de su nueva casa en México... Del hechizo que ejerce cuando cuenta historias o de ese compromiso que hemos establecido para construir algún día (cuando cualquiera de los dos tenga dinero), un hotel en el Caribe, donde dar refugio y medios para escribir a los escritores desamparados, hablaré en la próxima ocasión... porque ésta es sólo para que veais cómo escribe:

De nuevo vienes… con otro nombre


Te llamas Chris, como la vecina. Como la chica amable que saluda al encontrarme… Esa que vino del norte, pero que es cálida… le atrajo el calorcito y la humedad de esta zona, como a ti. Es una seductora y simpática, cómplice de mis andanzas. No hace ruido y deja, a veces, traspasar desde su ventana, una música suave.  De viento.

Vienes del sur, lo sabemos. Allí naces, allí te vas alimentando hasta que echas a volar… te tropiezas y reanudas el vuelo corajuda y enjundiosa. Y realizas cabriolas caprichosas. Y te llevas lo que encuentras, no te importa. Egoísta, traviesa, desastrosa… no te mides. Bailas salsas y merengues y ritmos tropicales como ninguna. Te meneas, sacudes cabelleras.
Imparable. Incansable. Agotas.

Tu madre te pare. Fruto del calor y del frío, del Sol y la Luna, de las mareas, las estaciones. De Helios y Selene y descendiente de todas las constelaciones. Niño o Niña… Creces. Y vas creciendo. Aumentas en grosor y estatura. Te alimentas, te vuelves caníbal y también vegetariana y sangrienta y sedienta. Devoras. Demandas, arrasas. No importa lo que ingieras… Bulímica, lo vomitas donde sea.

Te conozco. Cuando creces, tu soberbia no tiene límites. No hay poder humano que te destruya. Nadie ni nada puede contigo. Te dejamos. Te observamos… precavidos.
Agua, pan, latas, atún, frijoles, paté, aceitunas. Lámparas, pilas, velas, cerillos. Protegemos las ventanas. Quitamos los adornos. Llenamos las despensas, el botiquín, por si acaso…

No pasarás de largo.

 

No pasarás de largo.                                                                        

 

Como si de niños se tratara... (Gregorio López)

Como si de niños se tratara... (Gregorio López)

Todos, como si de niños se tratara,

somos frágiles y débiles.

Ante el desamor, la adversidad, el olvido...

BUSCAMOS

una cara conocida,

un seno donde acurrucarnos,

unas manos que agarrar,

un paisaje de esperanza.

NECESITAMOS

derrochar besos,

hombros donde reposar nuestras penas,

que nos beban las lágrimas,

encontrar sonrisas cómplices,

que nos abracen el corazón.

Y APRENDER

que la vida es viaje permanente,

la fuerza del susurro de la persona amada,

que el sol sale después de la tormenta,

que nuestros sueños son los mismos,

que la Feria llega siempre,

y esperándola crecemos juntos,

por lo que nunca seremos ajenos.

 

Este poema es en realidad el SALUDA del Goyo, como alcalde, en el programa de la Feria de Casas Ibáñez... Creo que ya comenté algo al respecto en mi última carta, porque me encantó leerlo, acostumbrados como estamos a que nos digan siempre lo mismo con las mismas palabras vacías... Peo si lo he elegido a él, que no alardea de escritor, para iniciar esta sección es, además, por las palabras que escribió para la presentación de mi libro y que, pecando de vanidoso, os transcribo a continuación:

 

Muchas gracias por acompañarnos esta mañana en la presentación del libro del ibañés Ramón de Aguilar. Y digo bien lo de ibañés, porque sin ser nacido en nuestro pueblo, le bastó con pasar aquí unos pocos años de su vida para que sus gentes y paisajes quedaran prendidos para siempre en su corazón, y de ahí los haya ido destilando en cada uno de sus cuentos y novelas.

Pero Ramón no se apropia sólo de personajes y espacios literarios de los que pasan por su vida acá, sino que además hace suyos los problemas, los anhelos y esperanzas de la gente de todos aquellos lugares que conoce, en este caso de su tierra de adopción en Mariquita (Colombia). Y pienso que como Ramón se ha sentido adoptado y querido en todas las ciudades y pueblos donde ha vivido, es por eso que como escritor se convierte en cómplice de todos los desposeídos y desarraigados que se encuentra en su camino: los emigrantes de Serradiel, en su novela "El Cerro de los Cuchillos"; las inmigrantes dominicanas, en su cuento "Ocho minutos de Navidad" y de las niñas y ancianos colombianos que están detrás de la publicación de este libro.

Por eso os animo a adquirirlo, para disfrutar de una lectura que vais a sentir muy cercana en los personajes y sus circunstancias. Los dieciséis cuentos del libro nos hablan de héroes anónimos, de don Nadies venidos a más, de amores tardíos, del agua en la Naturaleza, de niños traumatizados, de pillos y pillas, de amores inocentes, de mentiras piadosas, de codicia colectiva, de enigmáticas señoritas de pueblo, de ilusiones circenses, de amores de vagabundos, de soldados buenos en guerras malas... En definitiva, historias de gente normal y, a la vez, especial.

Muchas gracias, Ramón, por tu obra llena de imaginación y sentimientos. Y muchas gracias, Miguel Ángel, de Publicaciones Acumán, por apoyar iniciativas de buen corazón, como la que hoy nos ocupa.