Carolina... o la princesa Luchima
La primera vez que vi a Carolina ella estaba a miles de kilómetros de distancia. Yo, por mi parte, en un pueblo mezquino de Toledo, cuyo nombre es preferible ignorar; sentado al borde de una cama en la que no había dormido, esperaba a que Nana, en la fría cocina del destartalado piso, acabara de hacer las primeras arepas que comí en mi vida; hacíamos tiempo para que se levantara la niebla de un precioso día otoñal y pudiéramos salir a la carretera para hacer nuestro primer viaje juntos… Entonces la vi ante mí; era diminuta, como un hada oriental, y miraba fijamente, con una sonrisa que no se apreciaba en sus labios (tan sólo en sus ojos), mientras empuñaba (en vez de la varita mágica), un arma de gran calibre. “Es mi prima Carolina”, me explicó Eliana, al verme tan absorto ante la foto. “¿Es guerrillera?”, le pregunté yo, como si todo colombiano de uniforme tuviera que serlo. “No, es periodista… pero hizo un curso de información militar o algo así”
Durante meses, en muchas ocasiones, volví a contemplar aquella imagen que me fascinaba sin atinar a saber por qué… tal vez fuera por el contraste de su aparente debilidad con la metralleta que lucía, tal vez por el atractivo encanto de sus rasgos orientales, tal vez porque un sexto sentido me hacía intuir que, cuando yo llegara a Colombia por primera vez, sería ella quien estuviera esperándome para ser mi guía, mi orientadora, mi incansable lazarillo… Ella me habló de autores colombianos de los que yo nunca había leído, de películas cuya existencia ignoraba y de leyendas que todavía me inquietan, como la de la princesa Luchima, con quien siempre la identifiqué.
Pues ahora Carolina se viene a España… No es sólo de visita, como turista, sino que lo hace para quedarse con nosotros, para ser una más de las personas que, día a día, con su trabajo y su entusiasmo, con su ilusión y su inteligencia, hacen más grande este país que nos cobija. Si todo sale bien, aquí estarán su vida, su hogar, su familia, su futuro… Nosotros, quienes la conocemos, tendremos la dicha de tenerla cerca, y quienes no, la posibilidad de encontrársela paseando por la calle o el parque, en un cine o un museo, en un concierto, en una noche de fiesta… Qué suerte para quienes, sin que hoy puedan sospecharlo, un día serán sus amigos, sus compañeros de trabajo, sus enamorados, sus vecinos.
Hubo un tiempo en el que nos anunciábamos al mundo con un eslogan hermoso: “España: Entre sin llamar”, decía. Desgraciadamente, los tiempos han cambiado y hoy hay que golpear la puerta una y mil veces o colarse a escondidas… Pero ya que, al menos a ella (¿será por lo de princesa? ¿será como Luchima?), se la han abierto, digámosle: “Adelante. Bienvenida. Gracias por venir”.
1 comentario
cesar bermudez paz -
me he divertido mucho con la reseña de kuka, el proximo puede ser gonzo, sera necesaria una colonia mariquiteña y ni hablar de jimena.
tu blog ha mejorado mucho, un abrazo... cesarin