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Ramón de Aguilar

David Melar leyendo a Galdós en Mozambique

David Melar leyendo a Galdós en Mozambique

La primera y última vez que vi a David Melar fue en Toledo, apenas hace unos meses. Quedamos en una cafetería que, según él mismo me contó, había sido hogar de Lope de Vega cuando finalizaba el siglo XVI. Allí, con una copa de vino de por medio, hablamos de todo lo que fue saliendo: la literatura que nos une, los proyectos solidarios en los que de rebote hemos coincido, la arquitectura que le ocupa, Colombia, la crisis que nos acucia, Mozambique, algún conocido o amigo en común… Yo sólo lo conocía como escritor y había leído en su día el libro Latitud todo sur; incluso, aunque en aquel momento no lo recordé, había reproducido un texto suyo en este mismo blog, un panegírico que él había escrito sobre Miguel Ángel Carcelén, amigo y editor de ambos; me había gustado la descripción que hacía de su casa: “De la casa de Miguel Ángel Carcelén Gandía salen de viaje las palabras. A ella llegan sólo como letras, por las escaleras hasta el tercer piso, pero allí las une como el aire a las corcheas, la única posible argamasa de las arquitecturas etéreas: la voz solidaridad… Un 3º A cuyas ventanas dan a un Tercer Mundo. En casa de Miguel Ángel Carcelén Gandía, hay ladrillos para Mozambique en el salón; hay semillas y fertilizantes para Nigeria en la cocina; hay lápices y páginas para los niños de Colombia en la mesa de su habitación; hay microcréditos para campesinos paraguayos en el cajón de la mesilla; hay cajas de medicinas para los centros de Malawi, que están en el pasillo, como si fuesen las paredes de su casa periferias de salud para todo el mundo. El mundo es un pañuelo en la estantería de Miguel Ángel”. No es sólo que yo también lo entendiera así, es que yo no hubiera sabido cómo decirlo y la forma en la que él lo hizo me pareció todo un hallazgo, una de esas genialidades en las que se distingue a un buen escritor de alguien que escribe bien. Os recomiendo la lectura completa en aquella otra entrada de mi blog.

La expresión de “hallazgo” literario la he vuelto a usar hace unos días, en Facebook, al repetir algunas de las frases que aparecen en Más Fortunatas que Jacintas, la última publicación en su blog: “Los grandes libros son aquellos que alargan el día y que, cuando se terminan, parece que sean las noches las que ganan terreno

En este posteo, David nos cuenta cómo una tarde está leyendo la novela de Galdós, sentado en el banco de un paseo de Maputo, la capital de Mozambique (“un país de niños que han salido del libro, porque como aquellos sólo pueden jugar con lo que les da la tierra”). No es sólo lo que lee o lo que ve, lo que nos cuenta o cómo nos lo cuenta… son las pequeñas ideas que va dejando caer, esa forma de decir algo tan obvio que quizás nunca nos habíamos parado a pensarlo: “Sentarse frente a un océano es dejar un continente a las espaldas”.

Como, además, David Melar es un hombre solidario, un arquitecto que ha salido de un estudio moderno en una capital española para irse a Mozambique a construir casas de adobe, muchas de sus observaciones son pinceladas que tienen que ver con esa triste realidad que pretende transformar: “Al mismo tiempo, alguno que otro pasa con zapatillas marca pie y camisetas raídas como rejillas de ventilación. Pero hay pocos mendigos en aquel paseo y me pregunto si será porque también sea caro vivir en la puta calle que no les pertenece”.

Como veis, son sólo retazos, frases que, además de llenas de contenido, me han parecido ingeniosas, ejemplo de lo que este hombre piensa y de cómo escribe. Es sólo un muestrario que os traigo aquí para invitaros a leerlo; algo que podéis empezar a hacer visitando su blog… Seguro que no os dejará indiferente.

2 comentarios

David -

Muchas gracias, Ramón! No sé muy bien qué decirte. No me esperaba esto, y leído desde el otro hemisferio sabe mejor aun, porque de alguna forma es como si continuáramos la conversación de aquella tarde en Toledo.

Los hombres estaríamos demasiado solos si no compartiéramos proyectos y lecturas con los demás. Después de leer su libro, y no siendo que empiece otro, tengo ya poco tiempo que compartir con Galdós; sin embargo, para mí es todavía mejor hacerlo con personas como Miguel Ángel y como tú.

Por cierto que también se podrían aplicar algunos episodios de “Mariscada de sardinas”, que leí hace unos años, para Mozambique.

Un fuerte abrazo y hasta la próxima,
David

Puri Novella -

Gracias por la atractiva recomendación... por otra parte si tú lo dices seguro que vale la pena, y además, me resulta admirable la gente viajera, transoceánica, de cualquier parte y de ninguna al mismo tiempo, capaz de partir y regresar las veces que sea necesario.