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Ramón de Aguilar

De nuevo vienes... con otro nombre (Coro Perales)

De nuevo vienes... con otro nombre (Coro Perales)

Algún día, en este mismo cuaderno de bitácora, presentaré a Coro como amiga y hablaré del atardecer en el que nos conocimos en Barcelona, en la bohemia terraza de la también escritora (más famosa que Coro y que yo), Care Santos... Y, si a ella no le importa, del par de veces que nos vimos en El Masnou, tan cerca del mar o, luego más tarde, en su piso viejo y mínimo del Barrio Gótico; de las pocas que vino a Villatoya y a Requena; de los libros que, generosa, me regaló... de una cinta de Caetano Veloso que ya habrá olvidado... Pero hoy está aquí como uno de esos escritores que, a veces, me conmueven. Leí de un tirón su primera novela, Bigote Prieto; me quedé con las ganas de que nos mostrara algo de esa otra, erótica, que nunca se decidió a concluir, y me sorprenden algunos de sus escritos cortos, como los que últimamente me manda cada vez que se acerca un huracán a las puertas de su nueva casa en México... Del hechizo que ejerce cuando cuenta historias o de ese compromiso que hemos establecido para construir algún día (cuando cualquiera de los dos tenga dinero), un hotel en el Caribe, donde dar refugio y medios para escribir a los escritores desamparados, hablaré en la próxima ocasión... porque ésta es sólo para que veais cómo escribe:

De nuevo vienes… con otro nombre


Te llamas Chris, como la vecina. Como la chica amable que saluda al encontrarme… Esa que vino del norte, pero que es cálida… le atrajo el calorcito y la humedad de esta zona, como a ti. Es una seductora y simpática, cómplice de mis andanzas. No hace ruido y deja, a veces, traspasar desde su ventana, una música suave.  De viento.

Vienes del sur, lo sabemos. Allí naces, allí te vas alimentando hasta que echas a volar… te tropiezas y reanudas el vuelo corajuda y enjundiosa. Y realizas cabriolas caprichosas. Y te llevas lo que encuentras, no te importa. Egoísta, traviesa, desastrosa… no te mides. Bailas salsas y merengues y ritmos tropicales como ninguna. Te meneas, sacudes cabelleras.
Imparable. Incansable. Agotas.

Tu madre te pare. Fruto del calor y del frío, del Sol y la Luna, de las mareas, las estaciones. De Helios y Selene y descendiente de todas las constelaciones. Niño o Niña… Creces. Y vas creciendo. Aumentas en grosor y estatura. Te alimentas, te vuelves caníbal y también vegetariana y sangrienta y sedienta. Devoras. Demandas, arrasas. No importa lo que ingieras… Bulímica, lo vomitas donde sea.

Te conozco. Cuando creces, tu soberbia no tiene límites. No hay poder humano que te destruya. Nadie ni nada puede contigo. Te dejamos. Te observamos… precavidos.
Agua, pan, latas, atún, frijoles, paté, aceitunas. Lámparas, pilas, velas, cerillos. Protegemos las ventanas. Quitamos los adornos. Llenamos las despensas, el botiquín, por si acaso…

No pasarás de largo.

 

No pasarás de largo.                                                                        

 

1 comentario

Coro -

Ramón, querido.
Ya tenemos los primeros huéspedes, sólo nos falta el hotelito...
Gracias por tus palabras,
abrazos ciber desde el Caribe